El Banco de Inglaterra (BoE) se encuentra en un punto crucial, con la inflación apuntando a un objetivo del 2% ante la anticipada reducción de los costos energéticos. A pesar de estos signos positivos y un cambio global hacia la reducción de las tasas de interés post-COVID, el BoE, bajo la guía del Gobernador Andrew Bailey, ejerce precaución, manteniendo una tasa bancaria del 5.25%, la más alta en 16 años. Esta postura surge de incertidumbres en el mercado laboral y riesgos geopolíticos externos. Con la inflación habiendo alcanzado un pico del 11.1% en octubre de 2022, el debate actual se centra en el impacto de los aumentos salariales, incluyendo un incremento de casi el 10% en el salario mínimo, en la inflación futura.
En contraste con cambios de política rápidos en otros lugares, la estrategia del BoE refleja un equilibrio cuidadoso. La perspectiva económica inmediata es algo más brillante, con Gran Bretaña saliendo de una breve recesión y el gobierno anunciando recortes fiscales destinados a estimular el crecimiento. Sin embargo, con el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de EE.UU. inclinándose hacia recortes de tasas —esperados por los inversores en junio y el BoE potencialmente no hasta agosto o más tarde— el enfoque del banco central del Reino Unido es marcadamente cauteloso. Una división entre los responsables de la política monetaria del BoE en su última votación anticipa otra decisión de “mantenimiento”, pero los próximos datos de inflación podrían pivotar su postura. Analistas e inversores por igual están esperando una señal, anticipando un recorte de tasas potencialmente en el tercer trimestre, en medio de un paisaje de indicadores económicos mixtos.